LA GRAN MAESTRA

Escrito por: Luz de sal

En una gran ciudad, llena de altos edificios, de gente caminando de prisa a cualquier hora  del día, donde ya no sobra tiempo para mirar atardeceres ni ver las estrellas, las noches  duran poco para lo grande de nuestros sueños. 

En una colonia con poca luz, pasan camiones llenos de gente cansada y miradas  perdidas atravesando las ventanas y los baches sacuden las cabezas, luces de neón y  música, donde yo imagino una fiesta dentro del autobús. Crecí viendo el mundo imaginando otras realidades, hasta que al día siguiente me despertaban para ir a la  escuela, donde revisaban que los zapatos estuvieran limpios, uñas cortas y uniforme completo era la regla para entrar. 

Mochilas pesadas en todas las espaldas y yo solo me sentaba a esperar, hasta que  sonaba el timbre para entrar a clase. Entre sumas y restas que no entendía se desvanecía mi sonrisa y ya era mi turno de leer, un silencio me invadía y es que no entendía lo que decían los libros, escribir tampoco se me daba, siempre era la última en salir, por qué tardaba en escribir, poco a poco fui creciendo en mis temores, en no saber y  no entender. 

Otra vez era mi turno de leer, sintiendo miradas, escuchaba risas y voces diciendo: No  sabe leer. Al final de clases me sentía agotada, solamente quería escapar de ese lugar al que llamaban escuela. Los maestros crueles como los niños, la educación tradicional  basada en sus exigencias de no hablar, no gritar, no correr y yo sin entender qué hacía  en un sitio al que sentía que no pertenecía. 

Mis calificaciones eran bajas, hasta que mamá sintió mi tristeza por las burlas que recibía  todos los días, saliendo de la escuela la buscaba como un tesoro entre la gente y al verla  corría a abrazarla, con su olor a jabón de tanto lavar, caminamos de prisa al mercado, compramos  chiles y cebollas que me dejaba escoger.

Una tarde después de comer, lavar trastes y terminar la limpieza, nos fuimos a sentar y  muy despacio sacó un par de libros, al ver que eran cuentos sonreí de emoción y al  mismo tiempo entristecí por no saber leerlos, mamá todas las tardes se sentó a mi lado y  me los leía, luego me fue explicando a como leer palabra por palabra, en su voz las historias sonaban diferente y entendía como se leía, como se escribía, sin prisa, sin enojo,  sin burlas ni maltratos, aun con su cansancio y preocupaciones, ella me enseñó el mundo  de las letras. 

En poco tiempo aprendí a escribir y leer, lo que no logré entender en un año, mamá lo  convirtió en algo simple y divertido, seguí creciendo en la voz de sus cuentos. La  paciencia y atención que recibí de ella era mejor que cualquier otra cosa en el mundo, ella  me enseñó como nadie sabría.  

Han pasado años y crecí leyendo y escribiendo, ahora los libros y la escritura son mi  pasión, nunca he dejado de leer, ni de escribir, más allá de hacerlo por un requisito  escolar, se volvió un hábito y después una forma de vida que nadie descubriría en mí si  no fuese por el amor de mamá, que me enseño que todo es posible, que nunca hay que  decir no puedo, hay que esforzarse y no tener miedo, aunque la gente se burle y te diga  que no puedes, siempre hay que seguir aprendiendo. Ahora soy escritora, vivo en la  literatura y agradezco a la mujer que me enseña a enfrentar la vida y no rendirme.

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