Mientras respire
Escrito por: Vanessa Rosales
Se dice que un trastorno alimentario es un patrón persistente de hacer dietas no saludables o comer no saludablemente. Yo lo llamaría más bien como una manifestación de desconexión, vivir desconectada y adormecida para aliviar el dolor emocional, derivado de ese miedo interno que nos inculcaron sobre la idealización de una figura perfecta, presente en el abuso emocional, de poder y sexual. Es una de las violencias más silenciosas, más calladas y más normalizadas en la mujer, asociada con la angustia física, social y emocional.
Hoy escribo en honor a aquellas que no tuvieron voz, por aquellas que tuvieron que callar, por aquellas que sufrieron en silencio.
Tu violencia robó mi adolescencia, tu maltrato desconectó mis ganas de reír, te llevaste mis ánimos de seguir, las experiencias con mi familia, esa seguridad en mí misma; con el tiempo me convertiste en ese espejismo que los demás habían creado, en esa imagen que tanto había luchado por dejar.
Me tomaste de la mano ofreciendo felicidad a través de un cuerpo ideal, me dejaste hipnotizar con aquella voz prometedora que me daría todo lo que anhelaba, una imagen para los demás, una vida y un futuro donde ya no habría burlas y rechazos por mi aspecto.
Entraste de manera silenciosa, sin embargo, me tomaste tan fuerte que posteriormente no pude soltarme y me ahogaste junto a ti, hundiéndome en un mar lleno de restricciones, culpa, conductas de compensación y, sobre todo, miedo día tras día; me prometiste tantas cosas que yo, sin pensarlo, accedí a todo lo que me pedías con tal de que dejaran de caer lágrimas de mi parte al mirarme al espejo nuevamente.
Tu violencia me hizo creer que mi valor se medía por ese número en la báscula, por esa talla en la cinta, por las calorías consumidas. Me engañaste haciéndome pensar que tenía el control, que hasta llegar a cierto peso o hasta ser perfecta tendría la decisión de detenerte, pero después de tomar mi mano, proseguiste por tomar lentamente cada pieza de mí, derrumbando una tras otra, tristemente, en silencio.
Hiciste que tus palabras tuvieran voz dentro de mí, una voz que no supe cómo callar, a tal punto de desconocerme, de volverme tu víctima. Te convertiste en lo único a lo que me podía aferrar, aún creyendo que me darías toda la felicidad que prometías, lograste hacerme pensar que los demás mentían sobre la imagen que veían en mí, y aún así, a pesar de sentirme desgastada y más que cansada de convivir contigo por tanto tiempo, me hiciste hacer hasta lo imposible por bajar de peso, pues ya no me conformaba con aquellos ciertos kilos.
Los colores de mis días ni siquiera llegaban a grises, se volvieron negros. Sentía que aquel mundo del que me rodeaba estaba en mi contra, por lo que tu violencia no me hizo perder solo a confianza en mí misma, sino también en ellos. Me sentí una carga para la gente que quería, aun así, seguías diciendo que todo el daño que me hacía valdría la pena. Sigo llevando grabada u voz, tus restricciones, tus castigos. Tu maltrato me llevó a dejar de disfrutar de esas reuniones sociales, aquellas salidas en familia, esos postres que tanto amaba; fue cuando comencé a darme cuenta de que me hundiste tanto hasta convertirme en tu esclava, en un mundo donde yo ya no tenía el control, lo tenías tú.
Las lágrimas derramadas de mi familia preocupada por mí me hicieron suplicar por un remedio, por una salvación, y fue ahí cuando mi vida se convirtió en esa línea de esperanza.
Por mucho que nos han dominado como mujeres ideas sobre ese cuerpo anhelado, hemos sido capaces de resistir ante las estructuras sociales, por ello, me atrevo a escribir que, sin importar tu peso, eres querida. Eres ese amor incondicional, ese amor perfecto. No me avergüenzo de redactar sobre la batalla que estoy dando contra ti, no me avergüenzo de decir que estoy siendo malvada, que soporté esta lucha y que estoy saliendo de ella. Quiero olvidarte y por eso, ruego por mí, ruego por todas las que estamos dando la misma batalla.
La violencia estética, es violencia; la cultura de las dietas, es violencia.
Mi narración es solo una de las ramas que ha detonado la violencia, los abusos, los traumas y aquellas conductas indescriptibles de las personas que nos rodean, es un punto de vista, un pequeño resumen de todo lo que realmente se vive día con día.
A ti, quien se detuvo a leer este relato, sal de ese nido manipulador que nos dice que nuestro cuerpo no es suficiente para ser válido; porque no es la comida, no es tu cuerpo, es tu historia y toda la violencia oculta detrás de ella Eres tu propia fortaleza, eres tu propia esperanza, por ti, por nosotras, seamos una misma voz, una misma realidad, con fuerza de niña