SOBRE AVISPAS Y ABEJAS

Escrito por: Avisbeja 

¿Qué prefieres? ¿Ser picada por una avispa o por una abeja? Obviamente por ninguna, pero  existen ocasiones en que ambas atacan al mismo tiempo… 

Especialmente cuando vives en una colmena como yo. 

¡Hola! Soy la hija de una avispa y de una abeja. Temibles insectos, ¿no? 

Mucho tiempo sufrí  picaduras por parte de mi padre, una avispa que no dudó en emplear su aguijón para provocar dolor en su familia. Tras varios años de tortura, mi madre y yo lo denunciamos ante las autoridades. No fue una decisión fácil, pero no hubo más remedio. Cada oportunidad que le ofrecimos para reconstruir el núcleo familiar terminó siendo destrozada por él.  

Después de tantas picaduras, ya imaginarás cómo me sentí cuando mi papá abandonó el panal.  Una vez fuera de mi vida, esperaba que las heridas que causó comenzaran a sanar, al tiempo en que anhelaba que la paz volviera a mi hogar. 

Sin embargo, otro aleteo comenzó a oírse a mi alrededor. Era mi mamá actuando de modo  extraño. Creí que era por el pesar que ambas sentíamos, pues yo había perdido a un padre y ella a un compañero de vida. No obstante, una cosa es desahogarse y otra es desquitarse. ¿Puedes adivinar cuál empezó a hacer conmigo? 

Aunque las abejas suelen ser menos letales que las avispas, nadie quisiera ser una víctima suya.  Quien recibe su picadura experimenta un dolor instantáneo y agudo, el cual luego de un rato se desvanece. Sin embargo, ¿Te imaginas ser pinchado una y otra vez? Seguramente dirás que se volvería un tormento, y así es. Pero uno se acostumbra al dolor, en especial si te dicen que es  “por tu bien”. 

Sin duda, mi madre era una abeja impredecible. De sus palabras fluía miel, pero de pronto  inyectaban veneno. A veces regalaba rosas, aunque olvidaba cortarles las espinas. Solía decir  que yo era una reina, aún y si ella me trataba como un zángano.


Sin darme cuenta, volví a ser presa de los insultos y agresiones de uno de mis progenitores. ¿Lo peor de todo? Comencé a sentirme merecedora de aquellas vejaciones. La idea de arrancar mis propias alas para nunca más volar también empezó a rondar por mi cabeza.  

No obstante, un par de abejorros se cruzaron en mi camino. Nos volvimos amigas. Un día me  preguntaron por qué estaba tan triste, y con lágrimas en los ojos les conté sobre la abeja. Atónitas, se miraron una a la otra. “Tu mamá no regaña, ¡ella tortura!”, dijeron angustiadas. ¡¿Cómo era  posible?! Para mí era parte de lo cotidiano, pero sus rostros me demostraron que algo no andaba  bien.  

Memorias que creía perdidas llegaron a mí. ¿Mi madre recién era violenta o apenas me daba  cuenta? Llegó entonces el recuerdo de una larva yendo a esconderse bajo el ala del papá luego de ser picada por su mamá, solo para más tarde realizar la misma acción, pero a la inversa.  

¿Quién lo diría? Mis padres no eran tan distintos entre sí. Solamente hizo falta quitarme el aguijón de la avispa para notar el de la abeja.  

Es doloroso ver cómo quienes deben protegerte terminan dañándote. Más que respeto, imponen  temor. Si tienes bichos peligrosos en casa, no te preocupes. Existe una familia que puedes elegir,  ¡tus amistades! Cuando estés con las indicadas, ellas silenciarán los zumbidos de tu mente y te  ayudarán a volar más alto de lo que jamás imaginaste. 

Aunque podrías considerar este testimonio ajeno a ti, ¡para las antenas! Tú misma o una amiga  podrían estar viviendo una historia sobre avispas y abejas.

Anterior
Anterior

Un par de tetas

Siguiente
Siguiente

¿Quién protege las infancias?