Un par de tetas

Escrito por: Valeria Hernandez Hernandez 

Mi querida niña 

Mira lo que eres ahora, estoy muy orgullosa de ti. 

No te voy a mentir, aquí sigues, en el mismo lugar donde te dejaron y me encontraste.  

Pero no te equivoques, ya no estás tirada en ese rincón hecha pedazos y a pesar de  haber estado en el suelo, no estás sucia. Sé que esquivaste con agilidad los escombros  de la realidad que calló dejando marcas sobre tu cuerpo que te movía apáticamente,  huiste de ti tantas veces, no querías enfrentarte contigo misma para rendirte cuentas  con respecto a lo que estaba pasando en tu vida. Te negabas la oportunidad de  perdonarte, escucharte y entender que fuiste la víctima, ayudaste a tu verdugo, tú no  tenías la culpa, y mientras suplicabas de rodillas el perdón por haber sido denigrada  de reojo los causantes de tu sufrimiento pasaron caminando alzando la mirada, libres  de toda culpa, sí, por supuesto que eras tú la que posaba en esas fotografías  eróticamente, donde tu bella anatomía tan espléndida, tan natural, te había colocado  en el punto de mira para bocas ansiosas, que  maquillaban rumores y te nombraban de  maneras despectivas, alzando la ceja al verte presente, todos tenían los dedos para  señalar, pero nunca encontraste esa palma extendida que tanto implorabas, todos te  conocían, pero no solo de vista tus prominentes pechos circulaba en grupos de  amigos, estabas guardada en una carpeta en su galería.

Los años te obligaron a callar el dolor del abandono; no es verdad que el tiempo cura las heridas te diste cuenta en medio de ese mar de indiferencias donde con tu sangre entre tus manos te recogiste incompleta, ya no te pertenecían esos fragmentos pisoteados de culpa. Fue como volver a nacer en vida, darte cuenta de que lo que te pasaba les había pasado a miles, era tan normal que te revolvió el estómago pensar en el morbo que provocaba el acto tan vil y cruel que le quitaba la identidad a mujeres y niñas dejándolas sin nombre, para pasar ahora a ser llamadas “facilonas”. Fue una impotencia tan grande,  una rabia que te inundaba los ojos desbordándose nuevamente y cayendo en mis brazos, mi querida niña yo soy tú actualmente, déjame abrazarte y darte todo el amor  y apoyo que nunca encontraste ni en tus cobardes padres, solo tenías 13 años,  lo que tenía que hacerte fuerte no era un trauma como este. Mañana tal vez estés aquí llena de memorias, o tal vez ni siquiera recuerdes, no niegues lo que pasó, ni quién eres porque ya eres alguien diferente que me dejó nacer a mí.

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