Una jabonada a la pobreza
Escrito por: ojitos de melcocha
Cuando tenía 6 años de edad, recuerdo que si mamá me preguntaba, ¿Qué quieres ser de grande? Era fácil responder maestra, bióloga o cantante. Pasaron los años, y para cuando yo tenía 12 años mamá ya no me preguntaba que quería ser de grande, ya casi no quedaba tiempo para soñar.
Siempre acompañé a mamá en cada uno de sus emprendimientos para sobrevivir. Luchábamos por salir adelante, luchábamos para poder comer, para poder vestir, para tener lo básico como es jabón para lavar las compresas de tela que usábamos durante los días de nuestra menstruación, y eso, era lo fácil, difícil era vivir bajo el tormento diario de un esposo y padre golpeador, alcohólico, mujeriego y sin respeto hacia nosotras.
He preguntado a amigos, ¿Alguna vez has pensado en quitarte la vida? me han dicho que no. Yo pensé en quitarme la vida a los 11 años mientras lloraba en el baño sin puerta de la casa.
Por fortuna para mi fui valiente y no lo hice, decidí darle valor a mi vida, darme el valor que me merezco y no dejar sola a mamá. Saben, aún en el tormento hay amor, es difícil disfrutarlo porque el amor bajo un infierno no son arrumacos sino actos de valentía y coraje.
En mi pueblo y de boca de algún familiar hombre o mujer, he escuchado decir “no vale la pena dar educación a las mujercitas, ni bien salen de la casa sólo van a abrir las piernas y regresan panzonas”. La vida no es fácil y una mujer nacida en condiciones de pobreza e ignorancia es otra presa más de los abusos, maltratos y perjuicios. Siendo mujeres, nuestro bienestar depende en cierta medida de los logros de otras mujeres.
La fortaleza que ha tenido mamá ha cambiado nuestras vidas, ella me contagia sus ganas de salir adelante y su valentía. Si la vida golpeaba fuerte, mamá daba con más fuerza y no se rendía. Luego de tantas lecciones con mamá me di cuenta que ella sabía luchar para tener algo que comer, pero ella no sabía luchar contra los abusos de papá; con todo el amor y respeto que hay en mi corazón para mamá, he dado mi pelea por ella, por ambas, porque si la hieren me hieren a mí. Cuando papá llegaba a la casa borracho a golpear a mamá yo la defendía y terminaba con la piel pintando sangre de los golpes que recibía. Mi mamá temblando y en sollozos decía: no le hagas caso, no le respondas, ¡ya sabes cómo se pone!
Nunca me he quedado callada y estoy en una lucha constante por una vida con dignidad. En la telesecundaria alguien pegó una convocatoria para ser alumno becado en una universidad del Estado de México, no sabía usar una computadora, pero como pude realicé mi registro en línea y estudié todos los días.
Me hubieran visto cómo daba de brincos dando vueltas agarrada de la mano de mamá mientras le decía ¡pasé el examen, pasé el examen, si voy a seguir estudiando! Hoy, estoy en mi último semestre del Doctorado en ciencias, bendita la persona que pegó aquella convocatoria en mi escuela. En cuanto tuve oportunidad de ayudar económicamente a mamá lo hice y como ella es de las personas que aprovechan cada oportunidad, puso un negocio donde le va muy bien y que le ayuda a darse cuenta de la mujer empoderada que es ahora. Yo sé desde siempre que soy la persona más enamorada de mamá.